12/3/10

‘No sé qué he imaginado y qué no’

Toni Orensanz (Pere Ferré / Diari de Tarragona)

Tras el éxito de ‘L’òmnibus de la Mort’ regresa con un libro de relatos cortos. ¿Qué le ha llevado a este cambio?
Con L’òmnibus de la mort sufrí un empacho. Estuve casi seis años dándole vueltas a una historia, investigando en archivos, charlando con muchísima gente mayor, y terminé cansado. Quería darme un respiro, relajarme y probar de contar buenas historias sin importarme si son medias verdades, medias mentiras o verdades absolutas. Muchos de los relatos que ahora escribo en El falsari son historias que me ha contado la gente mayor durante estos años o que me he encontrado en papeles y en libros viejos mientras perseguía al bus de la muerte.

Recuperación de la memoria oral, crónicas periodísticas, creación literaria. ¿Dónde tenemos que situar ‘El falsari’?
A medio camino de todo. Sólo puedo entender el periodismo y la creación desde la mezcla de géneros y de disciplinas. El buen periodismo bebe de la buena narrativa. La narrativa actual parte, con frecuencia, del periodismo. Y casi siempre, periodismo y novela arrancan de una buena historia oída en una calle o en un café. Pienso que todo nace de la misma necesidad, la necesidad de comunicarnos, de contarnos historias y de pasárnoslas de unos a otros.

Hay relatos que parten de hechos reales y documentados ¿Qué grado de credibilidad tenemos que dar a todo lo que nos cuenta en su libro?
Que el libro se llame El falsari es una declaración de intenciones: este libro es un juego lleno de verdades y de mentiras, con personajes históricos o de hoy en día que se mezclan con personajes salidos de mi imaginación. Juego a explorar donde empieza la verdad y donde termina la mentira, y con mucha frecuencia los límites no son tan claros como solemos pensarnos. El verdugo Nicomedes Méndez existió, pero es difícil ya saber qué es histórico y qué no en este señor. A estas alturas, ni yo sé qué he imaginado y qué no.

¿Son reales todos los personajes que aparecen en su libro? ¿Todos han querido aparecer con nombre y apellido?
En el libro aparecen como personajes vecinos de mi pueblo que están vivos. Cuando así es, he hablado con ellos, hemos leído la historia y si aparece su nombre es porque me han dado su visto bueno. Cuando no ha sido así, se lo he cambiado. Hay de todo, pues. Incluso hay vecinos que han prestado su nombre a la ficción. Es todo un gran juego local. Mis vecinos como materia literaria de ficción. Explorar donde empieza y donde termina la farsa es cosa de cada lector.

Usted ha hablado con muchos ancianos de Falset y del Priorat antes de redactar El falsari. ¿Cree que nuestros mayores son los grandes olvidados?
Hay muchos olvidados. En todas las sociedades hay gentes invisibles. Lo que sí creo es que los mayores, con todo lo que ha caído en el siglo XX, son portadores de historias y de maneras de entender la vida que ya forman parte de otra era.

Intuyo que libros como el suyo son la única posibilidad de mantener viva una cierta memoria de la Catalunya que acabará perdiéndose.
El mundo rural de hoy en día tiene poco que ver con lo que era hace cincuenta años, y la cosmovisión de entonces y de ahora son muy diferentes. Somos un país en el que, además, nos hemos avergonzado de nuestro pasado rural, que ha sido como una especie de rémora con la que había que terminar. Eso no ha sucedido en todas partes: en el Reino Unido, por ejemplo, están más que orgullos de su ‘country’.

¿Qué queda del Falset que se refleja en el El falsari?
Las buenas historias que siguen contándose y que, en buena medida, son comunes a casi todos los pueblos del Mediterráneo. O eso creo. No hay pueblo en el que no se cuente una buena historia de una mula o un asno muerto en los bajos de casa y el problema que eso representaba. Aunque los asnos ya no formen parte del paisaje cotidiano, sus historias siguen conservándose en según qué círculos.

Sin televisión los encuentros ‘a la fresca’ permitirían recuperar parte de estas historias de ‘abans quan antes’, tal y como dice en su libro.
Sí, pero tampoco creo que se trate de forzar las situaciones. Tenemos el mundo que tenemos hoy en día, para bien y para mal. Y hoy la gente se cuenta historias de otras maneras, vía televisión, vía facebook o o lo que sea. Insisto en ello: siempre tendremos necesidad de contarnos historias porque eso nos hace humanos. Al fin y al cabo, como decía no sé quién, la historia de la literatura se resume en dos palabras: amor y muerte.

Utiliza un catalán del Priorat y lo hace ‘saltándose’ un poco la normativa ¿Por qué?
Creía que, como deudor de la tradición oral de mi pueblo, en el Priorat, no tendría sentido no respetar el catalán en el que he escuchado esas historias. Por otra parte, que conste que utilizar lo o escribir hòmens es normativo al cien por cien, puede hacerse, aunque pocos lo hagan. Tenemos que empezar a desacomplejarnos. El buen catalán no es sólo el estándar y, en este caso, es una licencia literaria.

Uno de sus relatos, casi un haiku, dice: ‘On vas, Josep Maria? –On vols que vagi! A missa, mecagon Déu.’ ¿Se puede decir más en tan pocas palabras?
Quise incluir este relato brevísimo por eso mismo, porque en dos frases resumes, según creo, la esquizofrenia que mucha gente ha vivido en este país, siendo al mismo tiempo creyente y antirreligioso o religioso y anticlerical. El falsari está lleno de personajes de esta clase, de arquetipos mediterráneos: el cura cascarrabias, el verdugo diligente, el anarquista menjacapellans, el solterón eterno…

Entrevista d'Isaac Albesa a Toni Orensanz al Diari de Tarragona de diumenge 7 de març.